Los Espontáneos.
- Antolín Castro.
- 3 jul 2017
- 2 Min. de lectura

En el siglo pasado, hasta donde nos alcanza la memoria, por los años sesenta fundamentalmente, era habitual y hasta frecuente ver su presencia en los distintos ruedos de mundo durante la temporada. No eran uno o dos, sino varios los que empujados por su deseo de ponerse delante del toro y adquirir notoriedad no dudaban de lanzarse a esa aventura.

Por supuesto que eran detenidos por las fuerzas de seguridad y se les inhabilitaba para ejercer durante un tiempo la profesión de torero, pero también era un síntoma de ganas de ser, de necesidad de ver unos pitones de cerca, de buscarse la vida para poder darle un impulso a sus ilusiones toreras.

Muy ilustres fueron algunos de los que se lanzaron a los ruedos y que solían hacerlo cuanto mayor atractivo tuviera el cartel, ya que más publicidad se daría a esa espontánea salida al ruedo. Manuel Benítez “El Cordobés” fue uno de esos espontáneos desconocidos que después alcanzaron la gloria y famoso también, aunque por distinto motivo, el que Miguelín se tirara a un toro suyo en Las Ventas después. En todos los casos ocupaban espacio en la prensa y sus motivos y razones salían a la luz.

Con el paso de los tiempos todo ha cambiado, los espontáneos se han quedado en imagen de blanco y negro, pero forman parte de la historia de la tauromaquia esos impulsos irrefrenables de querer ser torero por la vía que fuera de unos románticos de los pies a la cabeza.

Esos cambios, que en muchos casos han dejado despojados a los aspirantes de reacciones espontáneas, nunca mejor dicho, les permite a los novilleros tener acceso con frecuencia a escuelas y entrenamientos con vacas y erales. Todo ese proceso modifica sustancialmente sus periodos de aprendizaje y preparación, pero les despoja de la iniciativa propia, esa que les llevaba a las capeas y a ese momento de gloria de ser aplaudidos por los públicos en una plaza de toros.

El reto de ponerse delante de un animal, un toro oficialmente como tal, al que ven como oponente directo en su futuro profesional, es una apetitosa experiencia que antes no dejaban de pasar casi ninguno. Hoy son todos muy educados y a casi nadie se le ocurre, pero también es síntoma de que la iniciativa personal y los deseos irrefrenables de sus sueños han quedado erradicados.

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