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Procedencia del otorgar orejas y rabos como premios a los toreros.


Cayetano

Uno de los elementos más cuestionados y poco comprendidos dentro de la tauromaquia es el hecho de entregar, a manera de trofeos, las orejas y el rabo del animal al que se le dio lidia y muerte en la plaza. Muchos tienen teorías e interpretaciones de dicho acto desde aquellos que a manera de "marcador" como en el foot ball ven esta entrega, hasta aquellos que injustamente y con poco criterio señalan como un acto horrible y sin sentido, en ambos casos nada más lejos de la realidad y de la historia de esa manera de premiación, la cual recordemos se hace una vez ya fallecido el animal.


El corte de los apéndices taurinos tuvo su origen en el siglo XVIII debido a una costumbre humana y entrañable, puesta en vigor por los Caballeros Maestrantes de Ronda y de Sevilla, propietarios de las respectivas Plazas de las Maestranzas, cuando regalaban el toro muerto y arrastrado al espada que se había lucido en su lidia para que este invitara con las carnes del animal a su cuadrilla, amistades y acogidos a centros benéficos.


Pasado el tiempo al comercializarse el negocio y arrendar las Maestranzas el servicio de carnes de las Plazas, los contratistas adjudicatarios ya no podían perder sus ganancias regalando la carne a nadie ya que ese era su negocio. Por tanto los Maestrantes instauraron como trofeo simbólico de la entrega de todo el toro, entregar al espada triunfador una oreja del enemigo vencido y sólo se le concedían a los matadores como obsequio excepcional, si habían triunfado con el estoque.


Francisco Romero, inventor de la muleta y fundador de la dinastía de toreros del siglo XVIII.

En aquella época una oreja simbolizaba la entrega del toro completo, el máximo galardón; el diestro la presentaba en el desolladero como justificante que le acreditaba con derecho a recoger la res.Con el tiempo la premiación fue cambiando debido a que grandes faenas se percibía eran poco valoradas con el obsequio de una oreja sin embargo no era viable la entrega de 2 o más toros por lo que se generó después una nueva forma de entrega:Una oreja: al torero le daban un cuarto del toro, Dos orejas, medio toro, dos orejas y rabo, toro entero. El torero vendía la carne, para ganar dinero, o bien se reservaba algo para él y su familia.


Posteriormente, empresarios y asentistas cambiaron esta costumbre de la oreja por una onza de oro y por tanto a cambio de res; los matadores rechazaron el ofrecimiento por considerarlo una limosna.


La primera oreja concedida en España tuvo lugar en Madrid, al matador de Algeciras José Lara "Chicorro", por su faena al toro "Medias Negras", de Benjumea, el 29 de octubre de 1876, con Alfonso XII en el palco real. La segunda oreja la cortó el 2 de octubre de 1910 Vicente Pastor al toro "Carbonero", de Concha y Sierra. Sevilla no concedió la primera oreja hasta el año 1915 y lo hizo a su paisano Joselito, el 30 de septiembre que se encerró en la Maestranza con seis "santacolomas". "Cantinero" era el nombre del toro desorejado por el torero de Gelves.


Costillares.











Con el tiempo se pasaría a dos orejas, de éstas al rabo y de éste a las patas, que llegaron a concederse en numerosas ocasiones, volviendo así la fiesta nacional hacia la primitiva costumbre de otorgar la totalidad del toro al toreo, o casi todo. Hoy, como sabemos, sólo se entregan orejas y rabo.







En Madrid entre los años 1918 a 1942 sólo se cortaron 10 rabos, los tres primeros en la plaza vieja y los restantes en la Monumental de Las Ventas: el primero lo cortó José Roger "Valencia I" de novillero, a un novillo de Pablo Romero un 11 de agosto de 1918. El segundo rabo fue para Joselito cortado a un toro de Guadalest el 10 de octubre de 1918. Matías Lara "Larita" cortó el tercer rabo un toro de Palha el 8 mayo de 1921.


El cuarto rabo fue para Juan Belmonte, a un toro de Carmen de Federico el 24 de octubre de 1934, precisamente en la corrida que sirvió como segunda inauguración de Las Ventas. Belmonte cortó el quinto rabo un año después a un toro de Coquillo el 22 de septiembre de 1935. Ese año fue señero en la historia de la Tauromaquia madrileña pues se cortaron tres rabos más en el transcurso de siete días, de domingo a domingo, entre el 22 al 29 de septiembre de 1935: Alfredo Corrochano el mismo día 22 de septiembre y a un toro de la misma ganadería, y el 29 de septiembre de ese año Curro Caro y el Mexicano Lorenzo Garza a dos toros de la ganadería de Emilia Mejías.

Armillita premiado con rabo y pata.

El noveno rabo fue para Manolo Bienvenida el 4 de junio de 1936 un mes antes de que comenzase la Guerra Civil, a un toro de Sánchez Fabrés, y ya concluida la contienda civil, Marcial Lalanda el 18 de octubre de 1942 a un toro de Antonio Pérez Tabernero, aunque este último rabo de Lalanda, no tuvo el mismo valor que los demás ya que, aunque existen fotos de Lalanda con él en la mano ese día, al parecer fue cortado fraudulentamente por un subalterno de nombre Cadenas, sin la orden del presidente de la corrida, que ese día era el un tal Sánchez García.


En la tradición y cultura taurina ¡todo tiene un origen, simbolismo,

y razón de ser!.






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